lunes, 26 de marzo de 2007

Platón y La Locura Divina

En el Banquete del Amor, Fedro y Sócrates se preguntan si se debe favorecer al que está loco o al que está en sano juicio. Los vienes mas grandes en Grecia fueron creados durante arrebatos de locura, que es un don divino. La locura o manía era considerada como algo hermoso cuando provenía de un origen divino. Esta locura divina es lo que ha permitido al hombre recurrir a oraciones, ritos de iniciación y métodos de adivinación. Es decir que esa especie de trance regalado por los mismos dioses, ha permitido al hombre vislumbrar por pequeños momentos experiencias más allá de los planos físicos y comunes de conciencia. El ser humano ha sido capaz de vislumbrar a la divinidad, porque ella le dio un regalo que es la manía. Otra forma de posesión mística es la que tiene el poeta inspirado por las musas, es un trance en el cuál el sujeto poseído se siente embriagado por odas báquicas.
Esta locura es un regalo de los dioses que le permite al hombre ver la verdadera esencia del alma que es inmortal, que jamás deja de moverse y que es el principio de todo movimiento. Del principio se engendra todo es decir que el alma es como una parte del soplo universal divino, que es inmortal, así como el origen ingénito. A partir de esto deducimos que el alma es inmortal, en cambio el cuerpo es inanimado siendo lo que está dentro de él lo que le da movimiento.
Se hace la analogía de que el alma es una especie de fuerza que mantiene unido a un carro con su guía manteniéndose sostenido por alas. El auriga que mantiene sus alas es capaz de estar en contacto con el cielo, el que las ha perdido decae, se vuelve pesado y sólido. Lo sabio, lo divino lo hermoso le permite al auriga volverse liviano y ascender, estar cerca de lo divino. En cambio lo malo y lo vergonzoso lo convierte en un ser sólido y pesado, alejándolo del cielo.
La manía permite al hombre recordar que su alma viene de la divinidad, esto es empezar a ver la realidad tal y como es. La verdadera esencia del hombre busca regresar a su origen, lo divino. El hombre que es capaz de tener esos recuerdos, el iniciado en los misterios, es rechazado por el vulgo por haber sido poseído, por haberse alejado de las ocupaciones de los hombres comunes. (De nuevo aparece una referencia a los hombres iniciados que pertenecen a logias secretas, solo a través de la iniciación un hombre es digno de regresar a lo divino)
El hombre poseído por los dioses es considerado loco porque no todos son capaces de recordar el origen de su existencia. A través del amor y la belleza los dioses entregan al hombre también un poco de lo que es lo divino y lo sublime, pero no todos lo pueden ver. Aparentemente el hombre camina por la tierra como el caballo de mala constitución, que mira hacia el piso, incapaz de alzar sus ojos y ver la realidad. El hombre ha perdido la ligeres y cada vez se ha vuelto más pesado, de tal forma que está envuelto de un pesado cascarón que es el cuerpo.
Se hace referencia a que el hombre que no es iniciado es entregado al placer e intenta fecundar como un animal en cuatro patas, a diferencia de lo que se menciono en el banquete anteriormente: el hombre noble busca inmortalizar lo bueno, lo digno, lo virtuoso y se prepara para ello. El amor elevado es una especie de experiencia mística en la cuál el que ama es capaz de hacer sacrificios (sacro-oficio) por el otro y lo venera como una divinidad por qué a través de esto se está acercando al cielo.
Los hombres eligen a su ser amado según su propio padre, si son hijos de Apolo buscaran alguien de su misma naturaleza, se ven movidos por el recuerdo de su origen y son poseídos. Al producirse esta posesión se dan cuenta que los otros seres que le rodean no son capaces de ofrecerle lo mismo, porque no están poseídos. El enamorado no entiende lo que le pasa, no hay razón en esto, está poseído por la locura divina. (Platón 222)
Los enamorados al estar poseídas buscan desarrollar la virtud, amar la filosofía enaltecer el alma, dominarse a sí mismos y liberarse de los vicios, para hacerse dignos de volver más ligeras sus alas y acercarse a los dioses. (Platón 223)